Por nube pública entendemos un ecosistema o infraestructura compuesta por espacio y aplicaciones de distintas funcionalidades (procesamiento de texto, hoja de cálculo, presentaciones…). Al usar estas aplicaciones generamos archivos, que se almacenan en ese espacio. Este servicio está ofrecido por proveedores y a disposición de todo aquel que quiera utilizarlos o comprarlos.
Pueden ser de pago o gratuitos y la información está en una infraestructura fuera de tu control. No están en tus servidores, sino en los del proveedor (Google, Microsoft, etc.). De esta manera, por ejemplo, Google puede tener tu cuenta de Cloud gratuita en una máquina o servidor que comparten miles de cuentas más. Por otro lado, este servidor puede estar físicamente en California (EEUU), fuera del control del RGPD de la Unión Europea, lo que puede acarrear implicaciones legales sobre el tratamiento de los datos almacenados en él.
Este entorno no es negativo en sí mismo, pero puede no ser apropiado para una empresa que necesita tener sus datos bajo control en todo momento y dentro de la Unión Europea. Las nubes públicas y gratuitas están bien para uso personal, pero cuando las usamos para la gestión empresarial y almacenamiento de datos, puede ser recomendable la creación de un entorno virtual propio, en servidores propiedad de la empresa y bajo protocolos de seguridad que respondan a las necesidades de la compañía y el marco legal en que la empresa desarrolla su actividad.
Dicho esto, la cuestión no es nube pública o nube privada, sino quizá una combinación de ambas, lo que se conoce como nube híbrida, de manera que la empresa o el profesional pueda beneficiarse de las ventajas de cada una, sobre todo teniendo en cuenta que la pública ofrece muchas posibilidades a coste cero.
